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Hacia dónde va tu iglesia


¿Qué mueve a tu iglesia? ¿Cuál es la fuerza impulsora que se encuentra detrás de ella? En las iglesias movidas por la tradición la frase favorita es: “Siempre lo hemos hecho así”. La meta es sencillamente perpetuar el pasado. Las iglesias antiguas tienden a estar unidas por reglas, regulaciones y rituales.

En las iglesias movidas por la personalidad la pregunta más importante es “¿Qué desea el líder?” Si el pastor ha servido a la iglesia por largo tiempo, lo más probable es que sea quien tenga la personalidad impulsora. Entonces su agenda serán las antecedentes, necesidades e inseguridades de su líder. En las iglesias movidas por los programas, toda la energía se concentra en mantener y sostener sus programas, dejando de desarrollar personas para simplemente llenar posiciones. Nunca nadie se pregunta si el programa sigue dando resultado.

En las iglesias movidas por los acontecimientos, parece que la meta es mantener ocupada a la gente. Tan pronto se termina un gran evento, se comienza a trabajar en el otro.Existe mucha actividad, pero no necesariamente mucha productividad. La asistencia se convierte en la única manera de medir la fidelidad y la madurez.
En las iglesias movidas por los inconversos, las necesidades de los incrédulos se convierte en la fuerza impulsora. “¿Qué desean ellos?”. No hay otro propósito superior. Y entonces adaptan sus valores y su estilo de comunicación a la cultura imperante, renunciando a los principios esenciales del evangelio. En las iglesias movidas por las finanzas, la pregunta que ocupa el primer lugar  es: “¿Cuánto costará?”. Parece que ninguna otra cosa fuera más importante que el presupuesto. Los primeros años muchas iglesias se mueven por la fe, pero más tarde se dejar mover por las finanzas.

Rick Warren afirma que el verdadero paradigma bíblico son las iglesias movidas por un propósito. Las iglesias fuertes están edificadas sobre ella. Nuestra iglesia, no importa cuál sea el tamaño o ubicación, será más saludable, más fuerte y más efectiva al convertirse en una iglesia movida por un propósito. Saber exactamente a qué la ha llamado Dios. Saber que les interesa, cuál es su identidad.

Hasta no saber para qué existe nuestra iglesia, no tendremos fundamento, ni motivación, ni dirección en nuestro ministerio. Si queremos construir una iglesia saludable, capaz de crecer, necesitamos explicar a todos los involucrados exactamente para qué existe la iglesia y qué debe hacer. Existe un increíble poder cuando se define una declaración de propósito.
Quiero dejarte cinco beneficios de tener el propósito claro: Promueve un buen ánimo. La misión y el estado de ánimo siempre van juntos. No hay nada que desaliente más a una iglesia que no saber por qué existe. Las personas que trabajan juntas para un gran propósito, no tienen tiempo para discutir pequeñeces, están comprometidas con un propósito común.
Reduce la frustración. Un propósito claro no sólo define lo que hacemos, sino lo que no hacemos. ¡No podemos hacer todo! Hay muchas sugerencias y actividades nobles, pero el filtro debe ser: ¿Esta actividad cumple con alguno de los propósitos que Dios estableció para esta iglesia? Cuando olvidamos nuestro propósito tenemos mucha dificultad para decidir lo que es o no es importante. Y una iglesia indecisa es una iglesia inestable.

Permite la concentración. Cuando más concentración haya en la iglesia más impacto causará en la sociedad. La mayoría de las iglesias tratan de hacer demasiado cosas. Extenuamos a la gente. No intentemos comenzar un nuevo ministerio sin antes tener quien lo dirija. Aquellas pocas iglesias que son realmente efectivas se concentran en su propósito.
Atrae la cooperación. La gente quiere unirse a una iglesia que sepa hacia dónde va. La razón es que todos están buscando algo que le de significado, propósito y dirección a sus vidas. Si deseas que los miembros de tu iglesia se entusiasmen con el trabajo de la iglesia, que apoyen activamente y que den generosamente para ella, explícales hacia dónde se dirige la iglesia.

Ayuda a la evaluación. ¿Cómo se evalúa una iglesia a sí misma? No comparándose con otras, sino preguntándose: ¿Estamos haciendo lo que Dios espera que hagamos? ¿Cuán bien lo estamos haciendo?
Si deseamos que nuestra iglesia sea movida por un propósito, primero, definamos cuáles son. Segundo, comuniquémoslo periódicamente a cada persona en la iglesia. Tercero organiza la iglesia alrededor de los propósitos. Y, finalmente, aplica los propósitos a cada parte de tu iglesia.

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